Hacer el pollo de esta manera para mí tiene dos ventajas, que se cocina mejor y que la piel queda doradita por todas partes.
También queda muy bien para presentarlo en la mesa, pues aparte de la buena presencia, es mucho más fácil de trinchar que si lo presentamos entero.
Ingredientes:
1 pollo entero
3 dientes de ajo
Perejil
1 cebolla
Zumo de un limón
Unas ramitas de tomillo
50 ml. de aceite de oliva
½ vaso de vino blanco
6 patatas medianas
Sal
Pimienta
Hacemos un adobo con los dientes de ajo triturados, el perejil picado, el zumo de limón, el aceite y la pimienta. Mezclamos bien y reservamos.
Colocamos el pollo con la pechuga hacia abajo y con un cuchillo bien afilado hacemos dos cortes a ambos lados de la columna vertebral.
Lo aprovechamos para hacer un poco de caldo, que luego utilizaremos al hornear el pollo.
Así nos queda el pollo después de haberle sacado el espinazo.
Lo aplastamos con las manos, haciendo un poco de fuerza por detrás de la pechuga para que quede más plano.
Lo colocamos en la bandeja del horno, salamos, le ponemos el adobo por encima y unas ramitas de tomillo.
Cortamos una cebolla en trozos y la repartimos por la bandeja.
Lo metemos en el horno a 200º, cuando se empiece a dorar la cebolla le damos la vuelta, echamos el vino blanco y dos vasos de caldo. Dejamos cocinar treinta minutos, ponemos las patatas, cortadas en trozos a lo largo, alrededor del pollo. Bajamos la temperatura a 160º, a los treinta minutos le damos la vuelta a las patatas, les ponemos algo de sal y dejamos cocinar hasta que estén tiernas y el pollo dorado.
